El reinar de Dios revelado a los pequeños.
El reinar de Dios revelado a los pequeños.
(XIV del Tiempo Ordinario).
“Te doy gracias Padre, porque has escondido el misterio de tu reinado a los sabios y entendidos, y se lo has revelado a los pequeños. Sí, Padre, así te gusta y a mí también”. Así muestra su gozo Jesús y da gracias a Dios, el Padre, a quien conoce y ama, y es conocido y amado por Él. Es una explosión de alegría de Jesús, contemplando a tantos cansados y agobiados por las cargas, que otros seres humanos desconsiderados cargan sobre ellos. Jesús les invita a apoyarse en él y a descansar en él.
¿Cómo aprender de Jesús a no sentirse cargados ni siquiera cuando nos cargan con la cruz? “Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón”, que es como decirnos: confiad en Dios como se confía en un buen padre, apelad a Dios como los pobres de todos los tiempos podían apelar al rey, más allá de las noblezas que les explotaban. ¿Quién puede añorar en nuestros tiempos a un Rey que le defienda? En cambio, en el lenguaje bíblico, es frecuente llamar a Dios nuestro rey y pastor, que nos guía, protege y defiende. Por eso, que Dios venga a reinar, lo que llamamos el reinado de Dios, era una buenísima esperanza para los pequeños y los pobres; era su desquite por todo lo que les habían hecho sufrir. El reinado de Dios que Jesús anuncia sólo lo pueden entender y acoger los cansados y agobiados, por la injusticia del mundo que se ejerce en beneficio de los entendidos y los poderosos con su autosuficiencia.
Dios viene sin ninguna autosuficiencia, aunque Él no nos necesita. Por eso, en la profecía de Zacarías de hoy, se nos invita a la alegría, porque “viene nuestro rey, nuestro Dios, justo y triunfador; [pero, atención, porque viene] pobre y montado en un borrico, o en pollino de asna”. No viene, pues, Dios, montado en carros ni caballos, ni con arcos ni lanzas como un guerrero; porque viene a proclamar la paz posible entre nosotros los humanos. Entre nosotros sólo es posible la paz abajándonos como Dios para que nazca la fraternidad desde abajo, pequeños con los pequeños, pobres con los pobres, compasivos y solidarios. En esto consiste el reinar de Dios, muy humano y compasivo con el hombre necesitado y solidario. Por eso, es un reinar de amor y de paz que no todos lo perciben, permanece escondido a los que creen que no necesitan de los otros, porque son autosuficientes.
¿Aprenderemos a hacernos pequeños como el Hijo de Dios se hizo pequeño y pobre? “Bienaventurados los pobres en su espíritu”. El Espíritu de Jesús nos hace necesitados de los otros y de Dios, nos hace pobres. Por eso dice Pablo que si alguno no posee el Espíritu de Jesús no conoce a Jesús, no es de Jesús, no aprenderá a ser humano, se crecerá por encima de los otros, correrá el riesgo de deshumanizarse; o, como dice Pablo, se rebajará a vivir “según la carne”, según sus ganas y su egoísmo, creyéndose autosuficiente. Por favor, aprendamos de Jesús, que lo que él nos propone, es llevadero; o en sus palabras: “mi yugo [su ley de amor] es llevadero y mi carga ligera”.