La Ascensión de Jesús al Padre
Con motivo de la Ascensión de Jesús al Padre, los cristianos hacemos fiesta grande, contemplamos culminada la aventura del vivir humano en la nueva humanidad que representa Jesucristo resucitado. él abrió el camino y así quedó abierto para cada generación. Por eso, necesitamos ofrecerlo todavía para nuestro mundo contemporáneo. Nos pasaron el testigo y debemos llevarlo a las nuevas generaciones y a las diferentes culturas.
Como a los discípulos de Jesús, con motivo de la Ascensión, se nos invita a no mirar hacia el pasado, sino hacia adelante; a no mirar al cielo, sino a la tierra, y codo con codo animar y cuidar la vida con la mirada puesta en la fraternidad universal. La vida ha de ser posible en Gaza, Colombia, Venezuela, India, Burkina-Fasso, etc., etc.
Es tiempo, pues, de tomar el relevo que nos pasa Jesús, el testigo por antonomasia del reinado de Dios, el reinado de su amor salvador de lo humano. Un día, después de hacerse reconocer como Resucitado en varios encuentros con sus discípulos, tendría lugar un último encuentro. Para Lucas es el tiempo del relevo, para la misión que continúe el Evangelio de Jesús: ¿Qué hacéis ahí, plantados, mirando al cielo? No podéis quedaros así. El mismo que habéis despedido ahora subiendo al Padre, vendrá, y esta vez, ya no en la fragilidad y vulnerabilidad, sino con el poder de redención y resurrección.
Pero, mientras tanto, habéis de tomar el relevo de su misión. El testigo que nos pasa es el mismo Evangelio, la Buena Noticia del reinado de Dios, el reinado de su amor que viene a rescatar lo humano en nosotros. Dios aún confía en los hombres. No pone punto final a esta creación. Hay tantos gestos de bien que superan con mucho las noticias de los males. Merece la pena que la creación continúe, que crezcan nuevas vidas, que hagan experiencia de su libertad para amar; para que tarde o pronto aprendan la felicidad del amor entregado y fiel que da vida y genera vida en su entorno.
Tomamos el relevo para anunciar a todo el mundo que Dios reina en su amor, que Dios vence por su amor, que Dios nos redime para el amor. Decid a los cuatro vientos que la vida merece la pena vivirse con lealtad y respeto, dando vida y generando vida, apostando por la vida que no acaba sino en el amor eterno de Dios. No sólo asciende Jesús a Dios, sino que nos lleva consigo al abrirnos el camino y la puerta. Vemos el cielo abierto por Jesús. Vemos en Él la plenitud de lo humano en Dios. Permanezcamos en la tierra con horizontes abiertos a la vida humana fraterna. A nosotros nos toca decir con hechos que es posible.