¿Bienaventurados los pobres?

Incomprensible para el hombre contemporáneo. Pero, ¿cómo borrar estas palabras del Evangelio de Jesús? Imposible. Ya no sería la Buena Noticia de Dios y nos quedaríamos con nuestras valoraciones sociales. Dos vías de comprensión. Si no empezáramos desde los de abajo, desde los últimos, nunca llegaría a revelarse el amor de Dios verdaderamente universal. Si su amor comienza con los sin suerte, puede alcanzar a muchos más, a todos. Otra vía de comprensión: no entender como deber moral que nos debemos hacer pobres para recibir la bienaventuranza de Dios. Sólo hay que descubrir cuáles son nuestras pobrezas, para desde ellas tender la mano a Dios y al prójimo, hermanándonos con los otros pobres, sintiendo su impotencia y su no quedar más que depositar la confianza en el Señor.

Los pobres, cuantos sienten hambre, los que lloran o los que sufren persecución por el Reinado de Dios o por Jesús, no tienen más en donde apoyarse si no es en Dios. Dichosos, bienaventurados vosotros que confiáis en Dios desde vuestras pobrezas. Alégrense todos y salten de gozo hermanados en las pobrezas que sólo Dios puede redimir para bien de todos.

Jesús se lamenta más que amenaza cuando dice: Ay, de vosotros los ricos, saciados, divertidos o los que sois llevados en bandeja, y halagados. Esos han sido envidiados en todas las épocas, pero sus vidas eran engañosas. No estaban bien asentadas ni bien fundadas. Cuando sientan la adversidad se tambalearán. ¿Por qué envidiarles? Más bien lamentarse o compadecerles por su insolidaridad e indiferencia.

Estamos ante las Bienaventuranzas según San Lucas. Como conocemos las 8 Bienaventuranzas según Mateo, al meditar las de Lucas, vemos que son más escuetas y directas. ¿Cuáles pronunció Jesús? Los estudiosos llegan a pensar que serían las de Lucas, y que después Mateo las ampliaría. Pero no es concluyente esta hipótesis, y ambas versiones no se excluyen porque van en la misma orientación: en dónde tenemos puesta hoy nuestra confianza, en el día a día.

La bienaventuranza es una forma de hablar que ya existía antes de Jesús; pero, antes, se alababa a los justos, a los sabios, a los buenos, a los honrados padres y madres de familia, que dan ejemplo a sus hijos en el temor al Señor y en la generosidad con el prójimo. Para ser consciente de ser bendecidos, le debían ir las cosas bien a uno. Jesús, en cambio, se sirve de ese género literario para señalar a los que Dios mira con amor de predilección porque no son valorados por los poderosos ni por los estándares de triunfo en el mundo; y aún más, a los que son víctimas de injusticias, violencias o persecuciones.

Todas se sintetizan en la primera: Bienaventurados los pobres; bienaventurados los que asumen el ser pobres y eligen ser pobres por solidaridad con los pobres de la tierra, con los últimos de la sociedad. Bienaventurados los pobres que son conscientes de sus pobrezas y se muestran necesitados de los otros y necesitados de Dios; que asumen que el ser humano es un ser vulnerable, frágil, tentado, y necesitan de la ayuda humana y divina. Todo esto es lo que está diciendo el evangelio de Mateo al decir: “Bienaventurados los pobres en el espíritu”, y no solo socialmente pobres.

Las bienaventuranzas de Jesús significan una transmutación de los valores sociales aceptados. Si éstos encaminan a los hombres a mirar hacia los de arriba y tratar de ascender puestos de poder o influencia, Jesús nos anima a mirar hacia los de abajo, y a descender por solidaridad con los de abajo; así es como ganaremos todos en humanidad y en alegría.