Adviento 2022. Mensajes a la comunidad de San Lázaro.
Adviento de 2022. Mensajes a la comunidad de San Lázaro.
I Adviento
El Mesías, que ha de venir [Jesús], nos instruirá en sus caminos y marcharemos por sus sendas; porque de Sion saldrá la ley, de Jerusalén la palabra del Señor. Juzgará entre las naciones, será árbitro de pueblos numerosos: de las espadas forjarán arados; de las lanzas podaderas; no se alzará pueblo contra pueblo, no se adiestrarán para la guerra. Caminemos a la luz del Señor, sigamos esta luz.
La venida del Mesías es luz para nuestros pasos y es crisis de nuestros caminos, cuando no andamos según dicha luz. Estad en vela, estad preparados, porque a la hora que menos penséis viene el Hijo del hombre. Siempre os animaré a no mirar sólo al final de vuestra vida. Es hoy, cuando no deja de estar viniendo el Hijo del Hombre, el Mesías, el Reino de Dios, la luz y el juicio, y no lo advertimos, porque andamos en otras cosas. ¡Despertemos!
II
En Adviento el profeta Isaías nos levanta la mirada hacia un horizonte que viene despuntando desde Dios nuestro Redentor. Nos parecen utopías (el lobo se juntará con el cordero), pero sostienen la esperanza: “Dios juzgará a los pobres con justicia”. Con la venida del Mesías Jesús, se esperaba que en sus días florecería la justicia y la paz abundaría eternamente. Justicia y paz, los anhelos más profundos de la humanidad caída, victimada, rota, enferma. Y San Pablo nos dice que ese horizonte abierto de esperanza es para toda la humanidad entera, judíos y gentiles. Jesús es el renuevo del tronco de Jesé padre de David. Luego Jesús es el hijo de David, el Mesías, el Ungido, el lleno del Espíritu, que esta vez viene a salvar a todos: «Cristo acoge a los gentiles para que alaben a Dios».
Por eso, los discípulos de Jesús no pueden retener su esperanza para ellos, sino que la han de difundir, comunicar, hacer actualidad la acción de Jesús, que abre un horizonte de esperanza y de justicia para todos. Esta comunicación de la esperanza no lo puede hacer el cristiano sin una conversión profunda, que reavive su esperanza, se vea reconciliándose y con paz interior, con Dios y con los hermanos. Mt 3, 1-12. “Convertíos, porque está cerca el reino de los cielos”.
Es Juan Bautista, el precursor del Mesías Jesús, quien hoy nos llama a la conversión. Así, podremos sentirnos movidos a anunciar a todos la cercanía de la venida de Jesús a las vidas de nuestros hermanos, con nuestras palabras y, sobre todo, con nuestra actitud de acogida al alejado de Jesús. Jesús sanando y salvando tantos corazones mediante nosotros. La utopía de una humanidad en justicia y paz puede esperar mientras vamos muchos vamos sanando y ayudando a sanar. ¡Convirtámonos a Dios y a los hermanos!
III
Tercer domingo de Adviento, domingo de la alegría. Hemos alimentado la esperanza en los dos domingos anteriores. Aunque las utopías, humanamente, no llegamos a realizarlas, y si las imponemos los que nos creemos los buenos no alcanzamos a salvar la justicia y la paz, Dios garantiza que nuestros anhelos profundos de justicia, paz y amor, se realizarán. Y sólo por esta fe y esperanza hoy se nos invita ya a alegrarnos, porque toda la creación conocerá su plenitud: “El desierto y el yermo se regocijarán, se alegrará la estepa y florecerá como flor de narciso, se festejará con gozo y cantos de júbilo”. Mientras tanto: “Fortaleced las manos débiles, afianzad las rodillas vacilantes; decid a los inquietos: sed fuertes, no temáis… Viene Dios en persona y os salvará”. “Retornan los rescatados del Señor, llegarán a Sion con cantos de júbilo: alegría sin límites en sus rostros. Los dominan el gozo y la alegría. Quedan atrás la pena y la aflicción”.
Dios en persona vino en la persona de su Hijo Jesús, alegría para los humildes y sencillos. Pero muchos esperaban un Mesías diferente y dudan: “¿Eres tú el que ha de venir o hemos de esperar a otro?” Jesús les muestra los signos del Reinar de Dios que cumplían las profecías: “los ciegos ven, los cojos andan, los leprosos quedan limpios, los sordos oyen, los muertos resucitan y los pobres son evangelizados”. Mientras dura la historia no hay victoria final. Bastan los signos del reinar de Dios como anticipo y promesa de lo que nos espera. ¡Alegrémonos!
IV
Acaz, rey de Judá, temeroso de la amenaza del imperialismo asirio que invade por el norte a Israel, no se fía de la alianza con Yahvé y confía en los preparativos de fortificación de las murallas de Jerusalén y de un acueducto que entre el aguan dentro de la ciudad. Falto de fe no ora, no pide nada a Dios excusándose que lo hace para no tentar a Dios, para no ponerlo a prueba, así se lo dice a Isaías, el profeta. Éste le contesta que a su falta de fe Dios le responde dándole una señal de que Él aún le es fiel: la muchacha está encinta y va a dar a luz un hijo. Es la forma de decirnos Dios que aún confía en los hombres, confiándoles esta vida nueva, para que les haga recapacitar y crean. Acaz no cambia y siguió con lo suyo.
Qué actual es esta historia. La humanidad está luchando por fortalecerse y defenderse de las amenazas que le llegan egoístamente. No le pide ayuda a Dios ni mira a los niños que le nacen; incluso, en algunas culturas ven los niños que nacen como una amenaza, de la que también deben defenderse.
En cambio, los cristianos volvemos a recordarle en estos días el nacimiento de un niño especial, Jesús, de María y de José, destinado a nacer en cada uno de nosotros.