Estamos en misión Primer encuentro
¿Por qué puede Jesús resultar atractivo para nuestro mundo de hoy?
Respuesta personal al atardecer de mi vida: Ahora ya sólo por el misterio de su persona. Por ser un hombre que es Dios mismo en persona. Por ser hoy el Viviente, quien, vencida la muerte, hoy Jesús está vivo, y viene a nuestro encuentro en sus presencias visibles a modo de signos, llamadas, desafíos, luces, fortalezas… que nos alcanzan, tocan y sanan.
Jesús. Cuidado con ser católico sin Jesús, sin relación directa e íntima con Jesús, sin oración, sin Palabra, sin eucaristía. Acabaríamos en lo que muchos dicen que es posible vivir bien o ser buna personas sin Dios.
¿De dónde venimos y qué proponemos?
- Nos hemos caído de los engaños del mundo.
- Recuperemos el sentido de Dios en nuestra vida, será una vida más digna y más bella. Recuperemos la presencia de Dios en nuestras vidas.
- En el desierto que nos habita en la ciudad secular te espera conocer y vivir una vida llena de sentido: Es la de Jesús. Vivir el relato de su vida a través de la oración y la meditación te abrirá una conexión más profunda y personal con él y con tu prójimo, estarás en el secreto de la vida, en la verdad de la vida. Entonces, comprenderás y vivirás más plneamente.
¿Por qué puede Jesús resultar atractivo para nuestro mundo de hoy? Lo veremos.
- Comencemos ¿Por qué atraía Jesús a la gente de su tiempo?
Jesús comenzó recorriendo pueblos y aldeas de Galilea de junto al gran lago de Galilea o de Tiberíades. Era como un predicador itinerante y se dejó acompañar por algunos discípulos en su itinerancia, varones y mujeres que se unían a él
Atraía por sus palabras: Anunciaba que Dios venía a reinar entre nosotros lo que significaría una Buena Noticia para los pobres con hambre y sed de justicia. Sus Bienaventuranzas chocaban, pero eran todo un canto de esperanza y alegría. Jesús sorprendía porque sus palabras eran un hablar con autoridad propia, no como la de los Escribas y Fariseos que se apoyaban en la autoridad de la letra y de tradiciones humanas.
Por su modo de hablar de Dios en sus preciosas parábolas: La semilla esparcida en todos los terrenos, la de la oveja perdida o el hijo perdido, la del buen samaritano, la de los niños en la plaza, la de los jornaleros acogidos para el trabajo en la viña a todas las horas del día…
Atraía por su sabiduría y aliento de vida: tenía dichos sabios como “por sus frutos los conoceréis”; “no tengáis miedo, pues nada hay oculto que no haya de salir a la luz; lo que me oís al oído, proclamadlo desde los terrados”. “Y no temáis a los que matan el cuerpo, pero no pueden matar el alma. ¿No se venden un par de gorriones por una moneda? Y, sin embargo, ni uno solo cae al suelo sin que lo disponga vuestro Padre. Pues vosotros hasta los cabellos de la cabeza tenéis contados. Por eso, no tengáis miedo: valéis más vosotros que muchos gorriones”.
Atraía por sus acciones sanadoras: Jesús sanó algunos enfermos que no se regían por sí mismos y los tenían por endemoniados, algunos cojos, sordomudos, ciegos, de fiebre, leprosos, paralíticos… Fue lo que más atrajo y admiró la gente, su poder sanar. Pero no engañó a la gente que le buscaba sólo para que solucionase sus problemas, quería que vieran el amor de Dios actuando y sanando y que ellos sanaran desde el amor. Por eso sanó primero los corazones ofreciendo el perdón de Dios. Al paralítico: “Tus pecados te son perdonados”; eso es lo primero, antes de decirle: “Toma tu camilla y echa a andar”.
Atraía por su compasión: mirando a la gente la veía como ovejas que no tienen pastor. Se acercaba a la gente con gestos compasivos, su mirada, su sonrisa, sus manos levantando, bendiciendo, acompañando.
Atraía su debilidad ante los débiles, los niños, los marginaos, ante las mujeres y especialmente las maltratadas, ante los extranjeros para el pueblo judío como la mujer Siriofenicia a la que acabó reconociéndole su gran fe
Por su valentía, fortaleza y verdad ante los fuertes y seguros de sí mismos. Y, sobre todo, cuando tuvo que encarar el desenlace fatal de su vida a partir del conflicto provocado con los poderosos celosos guardianes del orden establecido.
Jesús atraía por cómo hablaba de Dios y cómo le hablaba como a su propio Padre, en sus momentos en que se retiraba a solas, pero los discípulos y seguidores le podían observar a distancia.
A los discípulos les costó admirar a Jesús en su actitud permanente de servicio: “Yo estoy entre vosotros como el que sirve”. Les desconcertó el gesto de Jesús cuando reunidos para la última cena, se ciñe la toalla al principio y se dispone a lavarles los pies. Esto y las palabras de entrega de su vida sobre el pan y vino compartidos, les sorprendió mucho (era su maestro y señor pero no su jefe ni amo), les sorprendió pero luego se convertiría en nuclear, lo más importante que habían captado de Jesús y por lo que merecía la pena seguirle hasta la muerte. Habían conocido al Siervo de Dios que daba su vida por la vida del mundo.
Así pues, Jesús encaró el conflicto que se le echó encima, pero no salió de él odio contra los que se declararon sus enemigos a muerte o contra el que le traicionó, sólo salía tristeza, pena por ellos: “¡Jerusalén, Jerusalén!, que matas a los profetas y apedreas a quienes te han sido enviados, cuántas veces intenté reunir a tus hijos, como la gallina reúne a los polluelos bajo sus alas, y no habéis querido”
Entonces y hoy Jesús atrae y admira cómo encara su condena a muerte, con su mansedumbre, sufriendo, compadeciendo, perdonando y ofreciéndose por nosotros. El centurión romano, viendo cómo había muerto, exclamó: “Verdaderamente este hombre era Hijo de Dios”
- PAUSA Y tú ¿qué ves en Jesús que te fascina, atrae o enamora? ¿Todo? ¿Podrías concretar algo de su persona, palabras u obras?
- Ahora sí. ¿Por qué puede atraer Jesús a nuestro mundo?
Repasando los relatos de la infancia de Jesús y los de su vida itinerante por Galilea y Judea, hay motivos suficientes para ir diciendo, esta vida humana de Jesús ya es algo, o ya es mucho, ya es valiosa, ya atrae y es un maravilloso ejemplo… Pero Jesús, ¿quién eres tú?
Sí; esto ya es algo valioso, si tú eres un hombre, pero ¿si es Dios mismo quien en tu persona ha venido a nosotros? Si tú eres un hombre, Jesús, ya admira tu vida de infancia y en Nazaret, en Galilea y Jerusalén, pero…
Si aquel pequeño desplazado y refugiado en Belén y Egipto,
Si aquel obrero artesano en Nazaret,
Si el que hablaba de un Dios de amor y perdón, actuando compasivamente y denunciando las injusticias y marginaciones, hasta el punto de que lo jefes religiosos y políticos, molestos, lo hacen desaparecer…
Si eres tú, Jesús, un hombre nacido de mujer como nosotros, eso está muy bien, eres un noble ejemplo, ya es mucho.
Pero si eres Dios, que ha venido a compartir nuestro sufrimiento y redimirlo desde nosotros y con nosotros, entonces todo cambia.
Todo cambia, porque eso quiere decir que nuestra vida es digna de ser vivida por Dios mismo, nuestra vida, que conoce aventuras y desventuras, alegrías y tristezas, almas bellas y culpables, generosas e irresponsables, catástrofes, accidentes y muertes.
Jesús, hoy sólo puede atraer a nuestro mundo roto sin Dios, si Jesús es el mismo misterio personal de Dios.
En un mundo que se basta a sí mismo con las conquistas de su progreso técnico y científico sólo se levanta la protesta el día de la catástrofe o la guerra que genera tantas víctimas, y sólo se acuerda de que Dios puede existir para echarle en cara que ante lo sucedido no debe existir.
Por eso, ya no basta el ejemplo de entrega de Jesús en la cruz, conocemos más ejemplos buenos de alguien que muere por los demás. Si Jesús sólo es un gran hombre el problema del sufrimiento y la culpa de los hombres no encontraría respuesta. Los sufrimientos de Jesús no harían otra cosa que añadir un sufrimiento más a los muchos que ya existen.
Pero si su fracaso, sus magulladuras y su tortura, han sido sufridos por el mismo Dios, entonces no podemos lanzar nuestro fracaso, sufrimiento o muerte contra Dios. ¿Quién se atreverá a reprochárselo a Dios, si Él se ha introducido en nuestras vidas y sufrimiento para redimirlas, para que tengan un valor de eternidad, sin tener Él obligación alguna, simplemente por ser puro amor y bondad infinita?
Dios y el hombre estamos unidos en Jesús crucificado y resucitado. Dios llena de su presencia cuidadora y amorosa nuestras vidas. Lo contemplamos en Jesús, en los evangelios, en el partir y compartir el pan de la eucaristía y en los santos y discípulos de Jesús. Dios llena de su presencia cuidadora y amorosa nuestras vidas.
Por eso, Jesús resucitado ahora nos invita a un nuevo nacimiento, a nacer de nuevo (Jn 3), a mirar las cosas como Dios las mira, con amor paciente, a cambiar nuestra forma de mirar la vida, para vivirla en paz y amor. La vida es bella porque Dios la llena y nos hace dadores de vida aun en medio de la muerte o fracasos humanos. Nacer y renacer del agua del Espíritu Santo. Con Dios sabes que te lleva el viento, su Espíritu y basta, no necesitas conocer lo que queda por delante, amas y dejas ser.
Basta que nos dejemos encontrar por Jesús resucitado allí donde Él nos sale al encuentro, no tanto donde tú imaginas encontrarle; de este modo, todo, todo lo vivirás desde la presencia de Jesús resucitado y la fuerza de su Espíritu. Es lo que le proponemos a nuestra gente: Si conocieras el don de Dios y quién es el que te pide dame de beber, tú misma le pedirías agua viva y Él te la daría (Jn 4,10). Hay sed de verdaderos encuentros que sacien el alma.
Hay hambre de Vida, de verdadera vida. Y Jesús se nos ofrece como verdadero pan de vida, verdadero alimento de la vida.
Pero la Vida presupone una Pascua, una Hora, un morir y resucitar, un pasar a “ver cosas mayores”, el Espíritu conducirá. Confío. Así es como puedo contemplar que la vida es bella, a pesar de tanto y tantos que parecen desmentirlo. Está Dios y lo lleva Dios.
Volvemos al principio:
¿Por qué puede Jesús resultar atractivo para nuestro mundo de hoy?
Respuesta personal al atardecer de mi vida: Ahora ya sólo por el misterio de su persona. Por ser un hombre que es Dios mismo en persona. Por ser hoy el Viviente, quien, vencida la muerte, hoy Jesús está vivo, y viene a nuestro encuentro en sus presencias visibles a modo de signos, llamadas, encuentros, desafíos, luces, fortalezas… que nos alcanzan, tocan y sanan.
Jesús no puede competir con los superhéroes o super-star
No puede competir con las explicaciones del universo
No es la mejor explicación de la vida
En Él Dios no vino a explicar ni ofrecer la mejor doctrina humana
Dios vino a amarnos y a que conociéramos el amor y la vida verdadera. Sí, es se trata del corazón. Ven a San Lázaro. Ven al corazón del barrio. El corazón, porque aquí habita Dios, pero no encerrado en las paredes del templo, sino en la comunidad de discípulos de Jesús, en cada uno de sus corazones que se abren a tu corazón.
Nos tocará transformar nuestra catequesis, nuestra vivencia sacramental, nuestra vida de oración, sobre todo, hasta llegar a la verdadera alegría: “Devuélvenos Señor la alegría de tu salvación” (Salmo 51,12-14).