¿Acaso no estaremos en deuda de escucha con Jesús? Él nos puede iluminar y fortalecer
Después de haber acogido las palabras de Jesús en el domingo pasado: no sólo de pan vive el hombre, no solo de la tierra vive el hombre, en este domingo nos abrimos a lo que nos puede venir de Dios, para aprender a vivir de Dios y de su Palabra.
Después de haber recordado “el credo de Israel” que comenzaba: “mi padre (Abrahán) fue un arameo errante”, el nómada que se dejó conducir por su Dios, hoy contemplamos la voluntad de Dios de entrar en alianza con Abrahán y sus descendientes. Es Dios, el creador, quien nos creó, para poder vivir con sus criaturas lo que es su amor, aunque desde nuestra libertad. Por eso se compromete en Alianza, compromiso, con nosotros, y espera nuestro compromiso con Él, o sea, asumir la ley del amor como el secreto del universo y la vida.
Hoy el evangelio nos presenta la segunda etapa del camino cuaresmal. Si la tierra y sus tentaciones existen, ahora contemplamos que el Cielo y sus donaciones también existen. Por eso no sólo de pan vive el hombre, sino del Espíritu; no sólo de la tierra, sino del Cielo. Hoy vemos los cielos abiertos con la manifestación de Jesús transfigurado ante sus discípulos. Jesús transfigurado muestra toda su luz y belleza. Y Moisés y Elías le acompañan y conversan con Él acerca de su misión y destino pascual, su éxodo, la redención de lo humano que culmina la historia de la salvación que lleva a cabo Dios con los hombres. Su rostro estaba tan resplandeciente y sus vestiduras tan blancas, que Pedro quedó iluminado y confortado. Él debía confirmar en la fe a los demás, por eso, necesitaba estar fuerte en la fe, aunque aún pasaría por la crisis ante la pasión y cruz de Jesús
Luego, aprendió que la gloria de Dios era que el ser humano traspasara la muerte y viviera amando, precisamente cuando tuvo que afrontar el fracaso de Jesús que llegó hasta la condena a muerte en cruz. Para eso, el Padre proclamaba a Jesús, su Hijo predilecto, diciéndonos: ¡Escuchadle!
En el Encuentro Sinodal en San Lázaro, tomamos conciencia con quiénes estamos en deuda de escucha. Sin duda, escuchamos y vemos demasiadas cosas que no nos construyen, No olvidemos en esta cuaresma escuchar más a Jesús y su Espíritu. Comenzamos el domingo pasado adentrándonos en el desierto y el silencio, para saber cuánto dependemos de Dios. Ahora nos ponemos ante Jesús para escucharle a Él.