Darse la buena vida no es lo mismo que una vida buena, plenamente humana
Los hombres y mujeres nos hacemos muchas preguntas. En el Evangelio de hoy aparece la pregunta fundamental. Es la que le hizo un joven a Jesús: qué debo hacer para heredar la vida eterna. Pero así, ya no nos la hacemos los hombres de hoy. En cambio, ¿quién no querría para sí una vida en plenitud? ¿quién no desea conocerse plenamente vivo, con plenitud de sentido, diciéndose: ha merecido la pena y sigue mereciendo la pena vivir? Nosotros no podemos garantizarnos tanto. Y, sin embargo, en el Evangelio tenemos una respuesta por parte de Jesús. ¿Por qué no abrirnos a lo que pueda significar su palabra? Jesús nos dice: “Vende lo que tienes, dáselo a los pobres, así tendrás un tesoro en el Cielo, y luego ven y sígueme”.
Esta respuesta nos echa hacia atrás. No vamos a vender todo lo que tenemos ni repartirlo entre los pobres. Pero, ¿qué estaba diciendo Jesús de esa forma tan plástica y provocativa? Nos está diciendo que él veía a la gente de su tiempo, y a nosotros, muy pendientes de conseguir cosas y bienes, de asegurarnos la vida en esta tierra. Esto hace que algunos sólo piensen en “tener” más, para “disfrutar” más, “acumulando” más cosas. Pero para muchos, para una mitad de las familias en nuestra sociedad, la preocupación es, simplemente, sobrevivir. Acabamos de tener la jornada por el trabajo decente, y un trabajo, para muchos, es su una gran necesidad. ¿Decente? Sí, porque hay demasiado trabajo explotador. Y hay demasiadas familias que no consiguen trabajos ni en negro. El problema nos supera a cada uno personalmente. Pero es bueno que tomemos conciencia del desafío. Incluso muchos de los que tienen trabajo no les sirve para superar el riesgo de exclusión social.
Hoy Jesús nos está diciendo: trabajemos para poder vivir, y cuando tengamos cubiertas nuestras necesidades, acordémonos de los que no las tienen cubiertas. Por eso nos recuerda a los pobres. Así es y debe ser.
Para reafirmar esta forma de vida, Jesús reconoce con sus discípulos que a un rico le puede resultar muy difícil entrar en el reinado de Dios, o sea, no entenderá de qué va el reinado de amor de Dios porque si lo entendiera no podía vivir como vive. Pero pocos de nosotros nos reconocemos como ricos. ¿En quiénes piensa Jesús? Rico para Jesús es el que vive satisfecho de sí mismo, el que no necesita de los demás, el que sólo quiere acumular y acumular más posesiones; rico es el que tiene puesta su felicidad en el “tener” bienes y no en “ser” humano, sencillamente humano con los demás seres humanos. Porque si fuera humano, no viviría para el trabajo que le aumente sus riquezas, trabajaría para vivir y basta. Si fuera humano se daría cuenta de los que no tienen trabajo porque no tienen posibilidades ni nadie les ofrece. Si fuera humano, se haría sensible a los que caen en la cuneta de la historia y de la sociedad. Y pensaría en COMPARTIR.
Jesús no se opone a tus méritos, valora que pongas a fructificar tus talentos, pero no pienses sólo en ti o en tu familia. Sé humano y mira a los que no pueden gozar de lo que tú gozas.