Dios resulta desconcertante. ¿Preferiremos defendernos de Él?

 

Después del domingo de la Palabra de Dios, en que nos animamos a amarla y volver a ella, este domingo se nos advierte que podemos hacer oídos sordos, defendernos de ella, rechazarla, silenciarla.

En el hoy eterno de Dios, “hoy se ha cumplido esta escritura”, Dios sigue intentando comunicarse con cada uno, y nosotros estar en otras cosas, en nuestras cosas, y hacer oídos sordos, ignorarle, nos pilla cansados u ocupados en cosas más interesantes, distraídos, atraídos en mil cosas. Esto es muy frecuente entre gente que se considera cristiana. La sociedad y los medios, la publicidad y las redes sociales nos influyen demasiado.

También podemos defendernos de ella. Por ahí comienzan quienes, habiéndola escuchado, no les ha gustado, se sienten incómodos o incluso juzgados. Deciden que no va con ellos y se defienden o se excusan, o no será para tanto: “¿no es éste el hijo de José? Tentación también de algunos cristianos. Piden más de Dios en beneficio propio. Jesús les dice: “sin duda me recitaréis aquel refrán de ‘médico, cúrate a ti mismo, haz también aquí en tu tierra, lo que hemos oído que has hecho en Cafarnaúm’; y añade: ‘ningún profeta es bien mirado en su tierra’.” El profeta Jesús, no es comprendido entre los suyos. Algunos cristianos se incomodan también con las palabras de Jesús.

Pero hay un paso más en quienes la rechazan explícitamente, les molesta, la discuten, la desafían, el mundo no funciona así, dicen, aquí luchamos, hay competencia, el amor no sirve, y además toca disfrutar todo lo que puedas, déjame estar. Son los que viven según los criterios dominantes en nuestra sociedad de consumo y bienestar, los que aceptan una economía que provoca tantos descartes, o un bienestar al que le molestan los inmigrantes, o un nacionalismo excluyente o expansivo, ampliar su área de dominio y poder. Vamos, nada que ver con Jesús.

Por último, hay quienes silencian la Palabra de Dios, tratan de silenciarla, de eliminarla. Al oírla, “todos se pusieron furiosos y, levantándose, lo empujaron fuera del pueblo hasta un barranco del monte, donde se asentaba el pueblo, con intención de despeñarlo”. Es lo que le pasó realmente a Jesús al final de su vida con la condena a muerte. Es lo que se hace hoy todavía con algunos cristianos que son perseguidos. Silenciar su voz, su presencia, su acción humanitaria que pidiendo fraternidad molesta y mucho otros intereses.

Y Jeremías nos dice hoy de parte de Dios, su Palabra: Tú cíñete los lomos, ponte en pie y diles lo que yo te mando. No les tengas miedo, que, si no, yo te meteré miedo de ellos. Mira: yo te convierto en plaza fuerte, en columna de hierro, en muralla de bronce… Lucharán contra ti, pero no te podrán, porque ¡yo estoy contigo para librarte!