Justicia sí, perdón también.
Justicia sí, perdón también. Evangelio del Tiempo Ordinario XXIV
La palabra de Dios nos remite hoy al tema del perdón. Teóricamente parece que sea un tema clarísimo del Evangelio de Jesús. Él ofrece e imparte el perdón de Dios, nos hace pedirlo al Padre: “perdona nuestras ofensas como nosotros perdonamos a quienes nos ofenden”. Repite mucho esta idea y hasta nos ofrece hoy una parábola que la ejemplifica. Nuestra deuda con Dios siempre es mucho mayor que lo que nos puedan deber nuestros hermanos. De ahí la gran diferencia de lo adeudado al señor, por el primer siervo al que se le condona la deuda, y lo que le adeuda un compañero, que es una deuda mucho más pequeña. Y vuelve el tema: si a ti se te ha perdonado tanto, ¿cómo es que no te compadeces de un hermano tuyo que es muy poco lo que te debe?
Que Dios sea perdón y redención para el ser humano es la novedad del Evangelio de Jesús para toda la humanidad oprimida por sus pecados y los pecados del mundo. Dios puede perdonarnos y puede redimirnos del mal bajo el que hemos caído. Pero practicar nosotros el perdón no nos resulta tan fácil. Además, dudamos mucho en la relación entre el perdón y la justicia. Cuando ha habido reincidencia y malicia contra nosotros nos cuesta mucho perdonar y reclamamos justicia. Es apropiado que se reclame justicia para compensar o satisfacer a las víctimas de tanta injusticia. Aunque también sabemos que no se puede reclamar eternamente la satisfacción de las víctimas, y que para quebrar la espiral de la violencia algún día hay que dar el paso al perdón.
Precisamente porque la respuesta de Jesús de perdonar siempre, puede parecer a veces injusta, habrá que interpretar bien qué nos está diciendo Jesús. Nuestro corazón debe perdonar siempre, y esto nos hará bien. Rezaremos por las personas que nos han ofendido, han actuado mal o han provocado daños. Pero no podemos decir que nos da igual lo que se ha hecho. Ante delitos, la sociedad se defiende con el sistema judicial. Con todo, debería haber más mediación entre los que lo hacen mal y los perjudicados. Y debería haber más reparación del daño hecho. Reparar el mal hecho por crímenes, acosos, fraudes, corrupción…, lo vemos ahora más importante que el simple castigo por el delito. Mediación y reparación sería siempre mejor que simplemente castigo por el mal hecho.
Pero el horizonte del perdón bajo el que nos sitúa Jesús y el reinado de Dios es muy fecundo y nos devuelve a la vida más ligeros de mochilas de nuestro pasado. Dios perdona siempre que se lo pedimos, y lo hace para darnos una nueva oportunidad para mejorar. Por eso es tan importante nuestro perdonar a los demás, para dar nuevas oportunidades al cambio y mejora de las personas. Perdonar no es un tema fácil. Lo sabemos. Y debemos meditarlo con Jesús y su palabra. Que nos ayude su Espíritu a disponer el corazón para poder perdonar y sanar, y si es posible ayudar.
Sin olvidar la posibilidad de perdón, hoy hay que subrayar la responsabilidad por las consecuencias de lo que hacemos mal. Pero en continuidad con el comentario de la semana pasada, lo que importa no es culpabilizar o culpabilizarnos, sino responsabilizarnos del daño e intentar reparar o compensar.
Por parte de Dios, su perdón es la mejor oferta, el mejor regalo que nos ha podido dar a la humanidad. Con Él todo es posible, siempre podemos comenzar de nuevo. Demos gracias a Dios por su poder de redención y de resurrección. Dios no nos deja nunca por perdidos. Si podemos, imitemos a Dios no dando por perdida a ninguna persona.