La semilla
Los cristianos no hemos sido llamados a dominar el mundo, por tanto, no podremos conseguir hacer un mundo a medida de nuestros criterios evangélicos o de la doctrina social de la Iglesia. Tratamos de dar testimonio de los valores cristianos de la vida, según el Evangelio proclamado en la Iglesia, pero para imponerlos en el mundo deberíamos conseguir el poder, ganando a los poderosos de este mundo, y convirtiendo nuestros valores en leyes de obligado cumplimiento; para lo cual requeriríamos disponer de fuerza coercitiva.
Si tenemos claro que no dominaremos, entenderemos mejor el gran aprecio que deberíamos tener por las parábolas de Jesús construidas con el motivo de la semilla o las semillas. Todos recordamos la parábola del Sembrador y su magnanimidad esparciendo sus semillas por doquier, sean como sean los terrenos, en unos más fácil de arraigar y dar fruto y en otros no tan fácil. En ella se nos proclama: La Semilla es la Palabra de Dios, que busca dar fruto en todo ser humano. Pero luego vienen las parábolas sobre la semilla del grano de mostaza, la más pequeña, dice, pero después de sembrada crece y se hace más alta que otras hortalizas.
Por último, viene la semilla que crece por sí sola en Mc 4,26-29: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga, después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la siega». Se trata del reinar de Dios, del Reino de Dios. No es un “estado” sino una “dinámica” de crecimiento hasta sus frutos.
Es decir, si los cristianos, los creyentes, no hemos sido llamados a dominar el mundo por la conquista del poder, deberemos ser capaces de vivir y morir contemplando dinámicas de poder que no nos gustan, que buscan el bien propio o de los suyos, junto a dinámicas del reinar de Dios que buscan el bien de todos y se abre algún espacio en este mundo, ganando el tiempo futuro de la redención que nos viene. Está en marcha la redención de lo humano, la redención de los hombres, su regeneración, su liberación su salvación. Parece pequeña la semilla, pero está madurando su fruto.
Aquí viene oportuna la advertencia del Papa Francisco: “el tiempo es superior al espacio”. Invitándonos con este principio a los cristianos a contar con el tiempo, a no pretender ocupar espacios de poder en este mundo, sino a desencadenar “procesos” de transformación, que cuentan con el tiempo de maduración humana y cuentan con la gracia de Dios, el Espíritu Santo que hace nuevas todas las cosas.