No culpabilizar. Sí corresponsabilidad
Evangelio del Tiempo Ordinario XXIII
No culpabilizar. Sí corresponsabilidad
En los tiempos modernos no gusta insistir en la responsabilidad, pocos asumen la propia responsabilidad en la gestión de sus vidas o en las consecuencias de sus acciones. Más difícil todavía es aceptar que tenemos responsabilidad sobre las acciones libres de los demás. Por eso, chocará escuchar hoy la Palabra de Dios cuando nos dice por el profeta Ezequiel: Tú no hablas para advertir al malvado que cambie de conducta. Vale, tú sabrás por qué no lo haces. Quizás tengas miedo a que se lo tome a mal. Quizás pienses que cada uno que se apañe; o que es responsabilidad suya. Y escuchamos: “Es un malvado y morirá por su culpa, pero a ti te pediré cuenta de su sangre”. Esta palabra que está en la Biblia ha asustado a muchos padres de familia cuando sus hijos seguían caminos errados. No debe ser así. Pero ante esta dura palabra todos podemos examinarnos.
Podemos reaccionar como niños: ¿A mí, por qué, por qué me preguntas por mi hermano? Si es culpa suya, yo no he de pagarlo por él. Yo no he sido. Ya en el relato de Caín y Abel aparece la pregunta: “¿Dónde está Abel tu hermano?” A lo que Caín contesta: “No sé; ¿soy yo el guardián de mi hermano?”
Cuántas veces reaccionamos así en nuestro mundo. Jesús nos ayuda en un enfoque de amor. Cierto. Es responsabilidad suya, de cada uno, del otro; pero a nosotros nos debería importar, porque el otro no deja de ser nuestro hermano. Y en la tradición cristiana siempre ha existido lo que se llama “corrección fraterna” y el Espíritu de Jesús nos llevará a hacerlo con toda delicadeza. Primero tratar de aclararlo con la persona a solas. ¡Qué importante esto; antes de difundir el problema a otros! Cuando no nos hace caso y el tema es grave, deberíamos pensar en quién es la persona que le quiere bien y goza de mayor confianza para que le pueda ayudar. A veces no se logra nada y solo queda no dejarlo de lado, sino rezar por él.
El evangelio de hoy imagina una situación de vida cristiana en comunidad donde se revisa la vida en comunidad ante los demás. Y puede que alguien de la comunidad este haciendo cosas contrarias a lo que es la fe cristiana de un modo público y escandaloso. Cuando después de haber intentado la corrección fraterna, sigue siendo perjudicial para la vida en comunidad, se prevé la separación de la comunidad. Todos somos pecadores, pero vivir en la comunidad cristiana también me compromete a esforzarme por mejorar. Hoy no revisamos nuestra vida en comunidad. A veces nos quedamos juzgando por lo externo de las personas, y debemos llevar cuidado, porque quizá no estamos comprendiendo bien a la persona y sus circunstancias.
El evangelio de hoy nos anima a sabernos solidarios con los otros hermanos en el bien y en el mal. Y no pensemos que lo que hace alguien o lo que hacemos nosotros no afecta a los demás. Estamos todos implicados. Eso, más que culpabilizador, debe sernos consolador, porque uno puede equivocarse, pero los cristianos trataremos de crecer a mejor juntos, ayudándonos unos a otros. El mensaje consolador es que podemos contar con ayuda para no soportar la carga uno solo. Podemos contar con el perdón, la comprensión y la ayuda para mejorar.