Reconocerán que hubo un Profeta en medio de ellos

El Evangelio: Reconocerán que hubo un profeta en medio de ellos
Estas semanas, en la lectura continua de las eucaristías, vamos leyendo los libros de los profetas. Son muy interesantes pues revelan al Dios vivo, unas veces, corrigiendo a su pueblo y, otras veces, levantando su esperanza. Son hombres que hablan, impulsados a hablar por el Espíritu, para decir las palabras que Dios dirige a su pueblo. No son adivinos, son hombres o mujeres que hablan en nombre de Dios. Pero hubo un profeta especial, el profeta del final de los tiempos, cuando Dios quiso revelarse a Sí mismo en su Hijo Jesús, nacido de mujer.
Parecía como el profeta Moisés, por el que hablaba Dios con su pueblo liberado de Egipto, uno como Moisés que había de venir al final de los tiempos. Juan el Bautista le reconoció, sus discípulos, Pedro, la samaritana, muchos, al escucharle y verle, reconocieron un profeta, como los primeros Elías y Eliseo que obraban milagros. Parecía como los rabinos, pero no hablaba como los rabinos, sino como quien tiene autoridad. Parecía un sabio con la sabiduría que necesitamos para una vida verdadera, pero resultó más que sabio.
Parecía profeta, pero, al final, resultó ser más que profeta. Esto es lo que les confundió a sus paisanos de Nazaret. Para ellos era Jesús el hijo del Carpintero, el hijo de María, que había crecido con ellos, aprendido y trabajado con ellos en años pasados en la vida cotidiana de los pueblos, familias y trabajadores del campo o artesanales. Participó en el rito de la sinagoga como en otras ocasiones, pero había tomado la palabra del profeta Isaías que anunciaba el mesías liberador, restaurador y sanador. Y en voz alta Jesús comento: Hoy se ha cumplido esta Escritura.
¿Pero no es éste el carpintero, el hijo de María, que creció con nosotros? No les casaba, no veían posible que el Mesías fuera uno de ellos, de Nazaret. Acabaron retándolo. El profeta, el enviado de Dios, quien habla en nombre de Dios, no fue bien recibido en su tierra ni entre los suyos.
¿Es posible que esto suceda todavía en nuestros tiempos? Sí, también nosotros desconfiamos de una persona por los pobres orígenes de su nacimiento y crecimiento; no esperamos mucho de las personas cercanas, que nos conocemos demasiado; rechazamos a la persona que nos viene hablando en nombre de Dios. Hemos de nacer de nuevo y volvernos niños para ver lo evidente, que Jesús sólo podía ser Dios entre nosotros, su palabra es definitiva, es verdad, nos dice lo que los hombres más necesitamos que nos digan, aunque no nos guste, pero es el mayor bien que se nos hace.
Gracias Jesús por ser el profeta que había de venir, el Mesías, El Señor, nuestro Dios salvador por la redención de los hombres. Gracias por comunicarnos tu Espíritu Santo, que a veces nos hace profetas entre nuestros hermanos.