Retiro bimensual. En Santo Espíritu del Monte 08 06 2024.
San Lázaro. Retiro bimensual. En Santo Espíritu del Monte 08 06 2024.
No olvidemos que el hilo conductor que nos guía, desde hace años, a los que rondamos por
San Lázaro era el tema de la SANACIÓN precisamente para poder DISCERNIR mejor
personalmente y en comunidad lo que EL ESPÍRITU SANTO nos alienta como personas y como
comunidad evangelizadora desde las parroquias. El Retiro anterior reflexionamos sobre las
disposiciones interiores para una buena escucha entre nosotros en una conversación en el
Espíritu. ¿Qué me ayuda a la escucha, y qué me dificulta una buena escucha?
Continuaremos el anterior itinerario, comenzado con la Conversación en el Espíritu,
ejercitándonos en el discernimiento personal y en comunidad, aprendiendo caminos de
sinodalidad en la Iglesia.
Momento de Oración:
1) La semilla que crece: El reinado de Dios en parábolas y signos es la nueva realidad
abierta por Jesús en la que van entrando y creciendo los discípulos de Jesús.
Y decía: «El reino de Dios se parece a un hombre que echa semilla en la tierra. Él
duerme de noche y se levanta de mañana; la semilla germina y va creciendo, sin que él
sepa cómo. La tierra va produciendo fruto sola: primero los tallos, luego la espiga,
después el grano. Cuando el grano está a punto, se mete la hoz, porque ha llegado la
siega». Dijo también: «¿Con qué podemos comparar el reino de Dios? ¿Qué parábola
usaremos? Con un grano de mostaza: al sembrarlo en la tierra es la semilla más
pequeña, pero después de sembrada crece, se hace más alta que las demás hortalizas
y echa ramas tan grandes que los pájaros del cielo pueden anidar a su sombra». (Mc 4,
26-32).
2) La tormenta, el conflicto, el grano de trigo que muere
3) Tiempo del abatimiento:
Los dos de Emaús: «Nosotros esperábamos que él fuera el libertador de Israel …» (Lc
24,21).
María magdalena: «Se han llevado a mi Señor y no sé dónde lo han puesto» (Jn 20,13).
Tomás: «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero
de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo» (Jn 20,25).
Felipe: «Señor, ¿es ahora cuando vas a restaurar el reino a Israel?» (Hch 1,6).
4) Tiempo del reconocimiento creyente y amante
Judas, no el iscariote: «Señor, ¿qué ha sucedido para que te reveles a nosotros y no al
mundo?» (Jn 14,22).
María magdalena: «Maestro mío» (Jn 20,16)
Pedro: «Señor, tú conoces todo, tú sabes que te quiero» (Jn 21,17).
Tomás «Señor mío y Dios mío» (Jn 20,28).
Hasta el tiempo del Testimonio en Jerusalén, ante todos, durante la Fiesta judía de
Pentecostés (50 días después de Pascua):
Pedro: «Israelitas: a Jesús el Nazareno, varón acreditado por Dios ante vosotros con
los milagros, prodigios y signos, a éste, entregado conforme al plan de Dios, lo
matasteis, clavándolo a una cruz por manos de hombres inicuos. Pero Dios lo resucitó,
librándolo de los dolores de la muerte,» (Hch 2,22-24).
5) Hasta “conviene que Él crezca y yo disminuya” (Jn 3,30)
Tema: Vamos a profundizar hoy sobre algunas Disposiciones interiores que ya tratamos, con
vistas a entrar en una Conversación en el Espíritu
En la Vigilia de Pentecostés nos preguntábamos: ¿Sientes que el Espíritu de Jesús te da vida, te
levanta, te resucita…? ¿En qué lo has notado? ¿En qué te has visto crecer?
Porque los bautizados en Cristo Jesús fuimos dotados de su Espíritu Santo para que nos
ayudara a crecer a la vez que nosotros hacíamos crecer a nuestros hermanos.
El liderazgo que proponemos es como el de Jesús es hacer crecer a cada uno en sus
capacidades, mientras él crecía en su humanidad en edad, sabiduría y en conciencia de su
identidad y su misión, hasta poder decir no se haga mi voluntad sino la tuya, por la redención
de los hombres..
1. Hablar y escuchar en pie de igualdad Puede que a teólogos y pastores les cueste más,
es su conversión.
En la conversación espiritual, por tanto, dejamos las jerarquías, los roles y las funciones
fuera. En ella todos somos hermanas y hermanos, discípulos en la escuela del Espíritu.
Esto no quita que haya diversidad de carismas y que en el caminar juntos unos tengan el
carisma de la autoridad, del magisterio, de la profecía, etc., pero cuando conversamos
espiritualmente, nos despojamos de ello para aportar y acoger lo que el Espíritu nos dice a
cada uno personalmente y a través de los demás. Lo escuchado nos capacita mejor para
ejercer nuestros diversos carismas.
¿Qué significa para mí, hablar y escuchar en pie de igualdad?
2. En la conversación rige el tema de la misma, que siempre será un bien común que se
busca. Si no, ¿para qué ponernos a conversar?
Quien acaba siempre hablando de sí, de sus hazañas o de sus ideas, tiende a no reconocer
el cauce común y a salirse del tema.
Por otra parte, el tema de la conversación espiritual es un bien común; esto da un tono
positivo a la conversación.
Nosotros estamos de parte del bien, hemos sido salvados. No reaccionamos solo contra el
mal, queremos proponer un bien. «La ciencia del mal no es sabiduría» (Eclo 19,22), o sea,
saber mucho de todo el mal que nos rodea, no nos ayudará mucho. Esto nos exigirá crecer
en sensibilidad para saber ver el bien que se nos revela en la vida, que la mayor parte de
las veces se nos revela en un estado germinal.
¿Busco un bien común o un bien personal en la conversación que llevamos los
discípulos de Jesús?
3. La humildad en el modo de compartir y de escuchar
La conversación espiritual nos hace humildes en el sentido de que, de entrada, no nos
sentimos en posesión de la verdad, sino abiertos y abiertas a contribuir con lo que se nos
muestra y a acoger lo que se nos ofrece a través de otros.
Por otra parte, la escucha activa requiere humildad, apertura, paciencia e implicación. La
recomendación de san Pablo es muy pertinente: «No obréis por rivalidad ni por
ostentación, considerando por la humildad a los demás superiores a vosotros, no os
encerréis en vuestros intereses sino buscad los intereses de los demás. Tened entre
vosotros los mismos sentimientos de Cristo Jesús» (Flp 2,3-5).
Se trata de un respeto reverencial por las intervenciones de los demás. Además, en no
pocas ocasiones nos lleva a cambiar nuestras suposiciones, nuestras ideas de los otros o
del tema que se trate.
¿Cómo valoro la humildad, la paciencia y la implicación en el diálogo abierto al
Espíritu?
4. La discreción, diakrísis, es la capacidad de discernimiento o la prudencia espiritual.
San Ignacio en sus Ejercicios nos dice: «presupongo que hay en mí tres pensamientos, es a
saber: uno propio mío, el cual sale de mi propia libertad y querer, y otros dos que vienen
de fuera, uno que viene del buen espíritu y otro del malo».
Ignacio invita también a examinar “el curso de los pensamientos; y si al principio,
medio y fin es todo bueno, inclinado a todo bien, es señal de ángel bueno; pero si el curso
de los pensamientos que trae acaba en alguna cosa mala o distractiva, o menos buena que
la que antes el alma había propuesto, o la debilita, inquieta o conturba, quitándole la paz,
tranquilidad y quietud que antes tenía, es señal clara de que procede del mal espíritu,
enemigo de nuestro provecho y salvación eterna”.
Podemos ser guiados por unos pensamientos o sugestiones u otros. Unos nos mueven
hacia el bien, otros, nos llevan hacia el mal y la autodestrucción.
San Ignacio se refiere al «enemigo de la naturaleza humana» que, a veces, actúa
incluso como «ángel de luz», trayendo pensamientos y sugestiones aparentemente
buenos, pero siempre militando contra nuestro bien. El discernimiento trata de aprender a
sentir y a conocer los movimientos que se producen en nuestro interior, para acoger el
movimiento amigo y rechazar el enemigo. Para ello habremos de indagar su origen y hacia
dónde nos llevan.
¿He comenzado ya a no seguir la reacción que me sale enseguida y frenarme
preguntando si es de Dios o de mi ego, si me viene del buen espíritu o del mal espíritu,
o si me conviene o supone consecuencias no deseables?
5. Renuncia a la voluntad propia. Atención a lo otro de mí mismo, al Otro personal y
amante
En el discernimiento en común y, por ende, en la conversación espiritual, los propios
intereses o la voluntad propia suelen jugar malas pasadas y te impiden ser personas
«discretas», con capacidad de atender o discernir.
Atención. Josep María Esquirol, La escuela del alma. De la forma de educar a la manera
de vivir (Acantilado, Barcelona, 2024). Me han interpelado estas líneas de Esquirol: "La
atención es como la ventana del alma. El mundo está ya abierto. Pero es necesario mirar
bien por la ventana. Hay que acercarse a las cosas. Hay que asomarse, y extender la mano.
Y tocar el aire, y respirar el cielo, y dejar que las gotas de lluvia se deslicen por las facciones
de la cara" (p. 69).
Me han gustado estas palabras porque vienen a decir que lo más importante para
estar atento es dejarse llenar por las cosas, por el paisaje, por la persona que tengamos
delante, o por Dios si estamos haciendo oración. Se trata de silenciar nuestro yo para
poder hacernos cargo del asunto que en cada caso tengamos entre manos. Sin paz interior,
si no estamos serenos porque dentro de nosotros tenemos un alborotado hervidero de
preocupaciones, sensaciones, recuerdos e ideas, no podremos prestar atención. De ahí la
importancia del «esfuerzo negativo» del que hablaba Simone Weil, que consiste en apartar
las distracciones para dejarnos llenar por lo que estemos escuchando, leyendo o lo que sea
que estemos haciendo. Es difícil, pero a estar atento se aprende: es la clave de la
formación personal (Jaime Nubiola).
Purificación. «Quien quiera seguirme, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame» (Mt
16,21) Esta es la dinámica de perder la vida para ganarla (cf. Mt 16,25). «Que cada uno
busque no solamente su propio interés, sino también el de los demás» (Flp 2,4) e invitaba
a tener los mismos sentimientos de Cristo Jesús (cf. Flp 2,5). «Cortar estas tres cosas: la
voluntad propia, la justificación propia (autojustificación) y el deseo de agradar» (Irénée
Hausherr, La direction spirituelle en Orient autrefois, Pont. Institutum Orientalium, Roma
1955,15).
Otro modo de referirnos a aquello a lo que hay que renunciar para entrar en la
conversación espiritual son los amarres o apegos afectivos e ideológicos. Especialmente,
cuando se trata de la conversación espiritual orientada a una deliberación. Con
aferramientos o apegos no se puede entrar en discernimiento. Son los limpios de corazón
los que ven a Dios.
Un afecto sale con otro afecto más fuerte, es lo que funciona en el nivel humano de los
afectos. Pero esto, si Dios no compite con nuestros afectos, nos debe ayudar sólo a que no
debemos absolutizar ningún afecto humano, hasta que se nos convierta en apego, adicción
o posesión, obstáculo total para que pueda entrar Dios en nuestras vidas. Hay una pasión
por Dios y por su Reino que hace palidecer todo afecto o apego terrenal y reordena el
corazón. Solo Dios es Dios. Para discernir hemos de hacer efectivo el que «yo no soy Dios»
y «ninguna cosa es Dios». Esta actitud relativiza todo lo que no es Dios ni dado por él.
Hay reuniones, aparentemente conversaciones espirituales, en las que cada cual
expone su propia visión sin haber purificado sus intereses ni su voluntad propia. En ellas no
se ha escuchado realmente al Espíritu.
¿Me abro a que puede haber un mayor bien cuando renuncio a mi voluntad, apego u
opinión, aunque no siempre lo perciba?
Luego, una vez que todos han hablado y expuesto, se busca en el grupo un consenso.
Esto ya es mucho, pero… La voluntad de Dios no es lo que tienen en común los intereses o
voluntades personales de los participantes en la conversación en el Espíritu. Estos han de
perderse para ganarse en un modo más profundo.
El consenso entre dos personas puede ser bastante grande, entre muchas personas va
a ser menor. Pero si todos dejan de defender lo suyo y se vierten en algo común que
trasciende sus particularidades, podremos coincidir en algo más grande que nos une.
El método de la Conversación espiritual en el Espíritu.
Supuesto un clima orante, y momentos de silencio y oración antes de cada ronda, la
primera está dedicada a que cada uno tome la palabra sobre el TEMA propuesto, a partir de su
propia experiencia releída en oración durante el tiempo de preparación.
Los demás escuchan sabiendo que cada uno tiene una valiosa aportación que ofrecer,
sin entrar en debates ni discusiones.
En la segunda ronda preparada por un silencio anterior, se invita a cada persona a abrir
en sí misma un espacio para los demás y para el Espíritu.
De nuevo cada uno toma la palabra: no para reaccionar y contrarrestar lo que ha
escuchado reafirmando su propia posición, sino para expresar lo que durante la escucha le ha
conmovido más profundamente y por lo que se siente interpelado con más fuerza. Las huellas
que la escucha de las hermanas y hermanos producen en la interioridad de cada uno son el
lenguaje con el que el Espíritu Santo hace resonar su propia voz.
El tercer paso, quizá más complejo que los anteriores, de nuevo en un clima de oración
y bajo la guía del Espíritu Santo, es identificar los puntos clave que han surgido y construir un
consenso sobre los frutos del trabajo en común.
No se trata de buscar un denominador común o mencionar sólo los puntos más
citados. Lo que la pauta nos expresa es que es necesario un discernimiento que preste
atención a las voces marginales y proféticas y no pase por alto la importancia de los puntos en
que surgen desacuerdos. El Señor es la piedra angular que permitirá que la construcción se
mantenga en pie, y el Espíritu, maestro de armonía ayudará a pasar de la confusión a la
sinfonía.
El proceso culmina en agradecimiento y alabanza al Padre.