Sin entrañas compasivas no entenderemos la justicia de Dios

Sin entrañas compasivas no entenderemos la justicia de Dios

Ezequiel nos recuerda hoy que muchas veces comentamos: “No es justo el proceder de Dios”. Y esto no sólo lo dicen los que no creen en Dios, porque piensan que, si hubiera Dios, no parece que ejerza justicia, según nosotros la entendemos, o como cada uno la entiende. Lo dicen también los creyentes, cuando se ven profundamente amenazados: “No es justo, ¿por qué a mí?” En Ezequiel hoy, es más bien la queja de los que se creen justos, y no les parece bien que Dios sea “misericordioso” con los que ellos consideran pecadores.

También el evangelio del domingo se refiere a los que dicen de palabra que “sí” y luego es que no. Tantos que tienen a Dios en la boca y le defienden, pero sus obras no acreditan lo que predican y, en verdad, le están diciendo que “no”. Y abre la mirada hacia quienes en principio dicen “no” a Dios o a Jesús, o a su Iglesia, y luego “hacen” lo que es la voluntad de Dios sobre los hombres. Quienes viven sujetos al poder del mal en ellos, pero son capaces de sentir compasión y misericordia, están haciendo ya la voluntad de Dios, aunque aún no se hayan liberado del mal.

Por eso, a continuación, escuchamos uno de los dichos auténticos de Jesús más escandalosos para nosotros los cristianos que estamos por él: escuchar que los publicanos y las prostitutas puedan adelantarnos en el reinado de Dios. Los “publicanos”, los públicamente pecadores, recaudadores de impuestos que abusan injustamente de los que deben pagar el impuesto al imperio romano de ocupación. Las prostitutas, que no tienen inconveniente en ofrecer su cuerpo por dinero. ¿Cómo es posible que Jesús nos compare? ¿Tan grave era lo que Jesús contemplaba en los que le escuchaban y no sentían como Dios?

Jesús considera muy grave que los que se consideran justos o fieles a Dios no sientan la misericordia que Dios siente con los pecadores. Esta dureza de corazón es peor que el pecado de algunos publicanos o prostitutas que desde su infierno pueden dirigir hacia Dios sus ojos llorosos. Su esperanza en la misericordia de Dios es mayor abertura a Dios que la que permite la cerrazón del corazón de algunos fieles, que en su supuesta justicia juzgan y condenan a los pecadores.

San Pablo nos indica el camino mejor de la vida, tener los mismos sentimientos que tuvo Jesús de Nazaret, si nos identificamos con Él podremos vivir, entregarnos, y hasta morir por los hermanos, para la vida del mundo, para su redención. Tener los mismos sentimientos de Dios… ¿es esto posible? Dios mirando la faz de la tierra y cómo abunda la maldad, se compadece de sus criaturas humanas, y antes del juicio y condenación, se ofrece a sí mismo en Jesús para rescatarlas del mal, y enseñarnos así el camino de la redención: se despojó de su categoría divina, se nos mostro como uno de nosotros, tomó nuestra propia condición humana esclavizada por el poder del mal, pasó por uno de tantos, y actuando como un hombre cualquiera, cayó en un conflicto mortal bajo los poderes del mal y murió en una cruz.

Y volvemos al principio: ¿Es justo o no es justo el proceder de Dios? Su justicia privilegia el salvar al ser humano y no condenarlo. El modo de ejercer su justicia es identificándose con la causa humana hasta caer en la lucha contra el poder del mal. Tanto nos debería doler el pecado del mundo que no nos deberíamos atrever a juzgar ni condenar a las personas esclavas del poder del mal; en cambio, nos deberíamos alegrar con que Dios se apiade de ellas, despertando el mismo sentimiento de piedad en nosotros.

 

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